sábado, 17 de septiembre de 2011

Don Gato o la dimensión de la nostalgia.

¿Cómo se traducen en actualidad los recuerdos? ¿Qué tan cierto es el pasado? ¿Cómo se confunde en el mar de las memorias?
Definitivamente no hubo respuestas al tiempo en que salíamos de ver la película de Don Gato y su pandilla (Alberto Mar, Anima Estudios).
Debo ofrecer una disculpa amplia y anticipada por si es que mis opiniones al respecto de esta coproducción México Argentina se revisten de una irremediable visita al pasado.
Que soy un entusiasta de la serie animada creada por Hanna- Barbera en 1961 es algo inocultable y difícilmente podría explicar las razones. Tal vez por eso el largometraje inspirado en los personajes de la serie no pueden desanudarse de ese referente tan entrañable para muchos de nosotros, irredentos neonostálgicos.
Las referencias a la serie son muchas y muy nutridas, fácilmente identificables por quienes hayan visto los episodios de la serie más de tres veces. Podríamos pensar que tender hilos a la referencia nos conduce a la comparación, que no podría ser de otra manera. Entonces ¿fue una buena elección o ni siquiera fue elección? Difícil respuesta. El largometraje de Don Gato inicia con líneas argumentales plagadas de memorias, que necesariamente nos llevarán al pasado de la animación tradicional y al extraordinario doblaje de Julio Lucena y Víctor Alcocer. En ese pasado, Nueva York está demasiado cerca de la colonia Guerrero. Manhattan y Mérida tienen una conexión evidente y profunda.
Del entusiasmo de escuchar y ver a personajes protagonistas de grandes episodios como El Marajá de Pocajú o el excelso violinista Laslo Losla, la historia se va perdiendo en una especie de inconsistencia que comienza a desviar la atención a elementos que quizá no tendrían demasiada significación como la técnica de animación, la estilización en la apariencia de los personajes o las variaciones en el carácter de algunos de ellos (como por ejemplo las facultades gastronómicas de Benito o la incómoda docilidad del oficial Matute quien traslada sus gritos y su moderado antagonismo a Lucas Buenrostro quien derivará en el villano infaltable).
Los personajes son respetados hasta lo permitido, sin embargo algunas otras cualidades también se pierden o desperdician. La incomparable inteligencia, liderazgo y agudeza de Don Gato se pierden de manera peligrosa. La fuerza de la palabra en discursos ininteligibles capaces de confundir o transformar los ánimos se diluyen e intercambian por escenas que parecen ir en sentido contrario a los recuerdos. Una extraña mezcla de modernidad (celulares, Internet, MP3) y nostalgia (gángsters a la antigua como el "Gran Gus", autos clásicos, hidrantes en color rojo) llegan a confundir una temporalidad que creíamos certera.
No puedo decir que bastó ver a Don Gato comandando a su pandilla en pantalla de cine. Es cierto, muy cierto que este intento no satisface a quien tiene en la serie animada algo más que diversiones vespertinas después de haber realizado alguna tarea escolar. Algo más que los fundamentos de un humor exquisito que no tendrá paralelo en ninguna serie animada. La transmigración del caos y los vicios, pero también las ganas de alegrías de Nueva York al caos y vicios y necesidad de alegrías de la Ciudad de México.
Sin duda, las cosas quedarán en su sitio. La película de Don Gato y su pandilla, algunas semanas en la cartelera de las salas nacionales. La serie animada de Don Gato y su pandilla, en ese lugar que no tiene sitio, durante el periodo aquél, que no tiene tiempo.




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1 comentario:

  1. Ah, pues ya lo leí. Con todo y los anacronismos que mencionas, tengo unas ganas de ver al oficial Matute (único policía que no me desagrada) en pantalla grande. Comparto tu apreciación nostálgica respecto a la caricatura y los doblajes tan geniales; con lo anterior, recuerdo ver la caricatura cuando era muy chiquita y me hacía la enferma (o me enfermaba de veras). Ahh, tiempos aquellos, jaja.

    No detecté mucha efusividad en tu reflexión acerca de la película; no obstante, gastaré mis centavillos "para ese lugar que no tiene sitio, durante el periodo aquél, que no tiene tiempo" y visitaré al buen Don Gato y sus secuaces.

    Postdata: En el párrafo 3, al escribir la palabra "sin embargo" se te reveló la erre y quiso llevar la delantera. ¡Abrazos!

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