domingo, 21 de julio de 2013

De palabras prestadas.



Hace algunos años leí un hermoso poema de Luis García Montero el cual conservo aún, impreso en la página amarillenta de un suplemento semanal. Ese poema siempre me recuerda algo que aveces olvido.

La tristeza del mar cabe
en un vaso de agua


No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.

-Piedad Bonnett-


Los hombres tristes,
que tienen en sus ojos un café de provincias,
que no saben mentir como quien dice,
que se esconden detrás de los periódicos,
que se quedan sentados en su silla
cuando la fiesta baila,
que gastan por zapatos una tarde de lluvia,
que saludan con miedo,
que de pronto una noche se deshacen,
que cantan perseguidos por la risa,
que abrazan, que importunan hasta quedarse solos,
que retornan después a su tristeza
igual que a su pañuelo y a su vaso de agua,
que ven cómo se alejan las novias y los barcos,
esos hombres manchados por las últimas horas
de la ocasión perdida,
me recuerdan a mí.
  
Luis García Montero.