lunes, 6 de octubre de 2014

Así sea


Seguro que son pocos los ojos que pasan por este rincón de la red, me había tomado la, tal vez, egoista libertad de intentar escribir algunas líneas muy ajenas a eso que tantos llaman realidad. Las palabras que aquí se intentan han tratado de ser cercanas al que esto escribe y si han encontrado reflejo en pupilas amigas, han logrado su objetivo, si es que alguna vez tuvieron uno.
He sentido la obligación de no abordar asuntos que han estremecido a este país, no por falta de interés, pero hay veces que uno prefiere leer letras que pueden sortear esa vorágine incomprensible en la que puede convertirse la vida.
Estas líneas, tan inútiles como prescindibles, van en lugar del silencio. Pido una disculpa pues y agradezco su comprensión.
Este país ha llegado a un limite indecible. Hemos caído en un abismo impensable del que veíamos aterrados su oscura profundidad, pero que teníamos una ingenua esperanza de asirnos a algo. Hace años, la dolorosa tragedia de la Guardería ABC mostraba el resultado del peor rostro de los vicios que imperan en este país. La muerte de 49 bebés se convirtió en el más doloroso de los límites que jamás pensamos cruzar. Entre las versiones oficiales de un "accidente", el cual pudo haberse evitado y los más recientes indicios que de accidente no tuvo nada, el reclamo de justicia de todas esas familias se ha encontrado con la sordera, insensibilidad e inacción del oficialismo.
A pesar de ello, y aunque parezca increíble, lo que ahora pasa en este país ya no tiene calificativos. Hace unas semanas un ataque de policías municipales y un grupo del crimen organizado, si es que no son la misma cosa, derivó en la muerte de jóvenes estudiantes rurales y en la desaparición de 43 más. Un par de días atrás nos enteramos del hallazgo de fosas clandestinas y cuerpos calcinados en el mismo Estado de Guerrero. ¿Qué es lo que está pasando? ¿En qué momento la violencia y la muerte se han vuelto normales, cotidianas, irremediables? ¿Por qué hemos dejado que las gentes, nuestras gentes, valgan menos que un índice bursátil o los porcentajes de inversión extranjera directa?
Y parece que es cierto, pero a una estructura de poder corrupto y negligente le incomoda hasta la médula la disidencia, el pensamiento, la crítica, lo diferente. No se cansa de hablar de derechos y libertades que en la práctica de la vida cotidiana, en su boca no son más que una indignante impostura.
Alguna vez vi el cartón de Abel Quezada tras la masacre de estudiantes en Tlatelolco. Me duele pensar que ese "¿Por qué?" sigue sin respuesta y peor todavía, sigue encontrando motivos para reproducirse en vergonzante secuencia.
A pesar de lo que sugiere esta dolorosa realidad, tengo el inagotable deseo que los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa regresen a casa y que las autoridades de todos los niveles no sólo esclarezcan el terrible caso que bajo sus pies y su incapacidad se ha fraguado, sino que entiendan que sin el pueblo, sin los jóvenes, los indígenas, las mujeres, las y los homosexuales, los viejos, la banda, sin ellos y nosotros, este país no tiene futuro.
Así sea.

Ciudad de México.
Octubre 2014.

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