miércoles, 7 de octubre de 2015

Viva el Rey


La rueda de los tiempos sigue girando imparable, se encuentra con otros tiempos que parecían distantes y entonces nos damos cuenta de su lejana proximidad. Las celebraciones de centenarios siguen otorgándonos motivos para el ejercicio de la memoria y el recuerdo (“re cordis; volver a pasar por el corazón”, leí en un libro de Eduardo Galeano).
Hace apenas unos días, el 19 de septiembre (fecha todavía muy dolorosa para muchos mexicanos y más aún para mis compitas chilangos) alcanzamos un centenario muy entrañable por estar del lado del gusto, la alegría y los rituales del desmadre (si es que ellos existen). Hace un siglo nació, como le llamó Carlos Monsiváis, el primer mexicano del siglo XXl en el siglo XX, a tal personaje emblemático de la cultura popular, arquetipo de circunstancias y modelo de características lo conocimos simplemente como Tin Tan.

Debo informar a los buenos y generosos amigos que visiten este rincón de la red que evitaré abordar la historia de este actor, cantante, bailarín y el mejor cómico de este país, para tales fines les puedo sugerir, si me permiten, los estupendos documentales de Manuel Márquez o de Francesco Taboada o las líneas que le han dedicado Carlos Monsiváis o Rafael Aviña, puntuales testimonios de la llegada de la familia Valdés al norte del país, sus inicios en la XEJ, la posterior adjudicación del personaje que, a pesar de las variaciones, lo identificaría durante todos los años por venir, el Pachuco, ni su brillante paso por las carpas, los centros nocturnos y el cine. No será así, estas líneas intentan celebrar mi encuentro, en tele, ¿cómo si no?, con la figura central de una comicidad sin parangón en la cinematografía nacional.
No puedo señalar con certeza la primera de las películas de Tin Tan que vi de inicio a fin, sin embargo y sin temor a equivocarme, puedo identificar la primera secuencia que sorprendió mi atención y me convirtió en un absoluto entusiasta de aquel estilo de comedia, desconocido para mí hasta ese momento. Fue a través del canal cuatro, metropolitano y sin cobertura nacional donde fui testigo de una secuencia que, en otro contexto habría sido anatema, despreciable y escandalosa en sí misma.
En un billar de barrio, un grupo de ladrones comenta sus atracos de la noche anterior. Uno de ellos presumía haber robado dos tapones (de llantas) de Cadillac y uno de Ford. Otro más, indicaba haber robado un radio de bulbos y onda corta, capaz de “agarrar” transmisiones de diversas partes del mundo, incluso de agarrar ratones. El último de aquellos transgresores, indicaba haber robado una cartera de un profesor normalista (desde entonces nuestro heroico magisterio ya acusaba una situación económica plagada de penurias) pero haberse repuesto tras “volarle” la bolsa a una mujer a la brava, es decir, con lujo de violencia, como diríamos ahora.
Se preguntará usted, amable lector, qué tiene esa secuencia de divertido o de risible. Le comento (si es que su mente no ha complementado ya el recuerdo) que lo divertido llega junto con un hombre más bien flaco, vestido de traje claro y bigotito a la Clark Gable. Tal personaje llega saludando a la distancia y se aproxima a la mesa donde está el grupo que hemos descrito. A su pregunta de “¿cómo les fue anoche?” los hombres enuncian una jornada ausente de las posibilidades al delito, pero el flaco, levantando la voz, les reseña casi de forma textual, uno a uno los robos que han comentado en su ausencia y con una autoridad que no se sabe cómo le ha sido conferida, pero no se requiere saber, les exige un porcentaje en participación del fruto de los crímenes cometidos. La omnisciencia de ese personaje, acompañado de un lenguaje corporal y un catálogo de expresiones faciales inesperadas, le dan a las secuencias de “El rey del barrio” la hechura de una de las mejores cintas de Tin Tan y, creo, de la cinematografía nacional.

Nunca me han faltado motivos para revisitar sus películas y encontrar en ellas elementos a los que poco se recurría entonces en la cinematografía contemporánea y que, todavía ahora, no se recurre por la proclividad al abaratamiento descarnado. Baste seguir con “El rey del barrio” para encontrar que el informante delator de los “rateros ignorantes y lagunilleros” (así los llama), es un español dueño de un bazar de antigüedades (un cliché que no lastima). Que Tin Tan, mientras se transmuta de maquinista a líder delincuencial, observa moverse el disfraz de gorila y el cisne de utilería, devolviendo el saludo a su paso, motivo suficiente para tirar al suelo y pisar con desconfianza la bacha que estaba fumando. Que un personaje de barrio, puede suplir magistralmente la identidad de un cantaor andaluz, un pintor francés o un maestro de canto italiano. Que es capaz de mencionar (al calor de las copas) junto a su Carnal Marcelo Chávez, que hay por a’í mucho ratero millonario (verdad dolorosa hasta la fecha).

Sólo la genialidad de un Tin Tan puede conformar un universo extraño, ajeno a la realidad pero inserto en ella. El resto de los pobladores de ese microcosmos no están dispuestos para el realce de la figura central, sencillamente sin ellos sería imposible que se concretara ese delirio hilarante. Vitola, Tun Tun, El sapo, El peralvillo, Borolas, Ramón, Wolf Ruvinskis, Tito Novaro, Pedro Aguillón, y por supuesto el inseparable Marcelo Chávez, otorgan a ese universo la oportunidad de ser posible.  
Es un personaje urbano, acorde a la modernidad de su entorno y al mismo tiempo tiene la cualidad de ser atemporal. No pontifica, ni trata de redimir a nadie, acaso, tiene un desbordado interés de salvación personal que no deja de estar ligado también a la de su entorno, ni rechaza a priori quebrantar la legalidad en su irrenunciable búsqueda de justicia.

Tin Tan no es un nacionalista obcecado, sin embargo puede llevar su mexicanidad a otras latitudes, sea Cuba o una isla desconocida poblada por mujeres. Es un personaje que se entiende como resultado de un pasado que influye su presente y define el porvenir, trastoca la historia para adecuarla a su discurso  (en “Lo que le pasó a Sansón” se dice chichimeca, de la tribu de olmecas, junto a los Fernández de Peralvillo).

Si ahora hablamos con naturalidad del soundtrack de nuestra vida, en las películas de Tin Tan es posible adjudicarnos un soundtrack de historias que sin ser nuestras nos remiten al pasado que nos pertenece y no. Lo festivo y lo íntimo suceden entre las notas del swing, del boogie, de la rumba, del mambo, del cha cha chá, de las rancheras y del bolero (dicen que la mejor interpretación del bolero “Lo dudo” de Chucho Navarro, se logra con el dueto que Tin Tan realizara con Los Panchos en “El hombre inquieto”, sin olvidar la “Bonita” de Luis Arcaraz en "Músico poeta y loco, ni "Contigo" de Claudio Estrada en "El rey del barrio").

Elemento notable dentro de la filmografía Tintanesca es la gran cantidad de actrices que acompañan cada historia, no como elemento decorativo sino como sustancia primordial y en las más de las ocasiones, determinantes para su existencia y concreción: Amanda del Llano, Silvia Pinal, Perla Aguilar, Rebeca Iturbide, Martha Valdés, Tongolele, Rosita Quintana, Yolanda Varela, Nelly Montiel, Amalia Aguilar, Alicia Caro, Ana Bertha Lepe, Lilia del Valle, Liliana Durán, Carmelita González, Evangelina Elizondo, Rosa de Castilla, Emilia Guiú, Aurora Segura; muchas de las actrices más hermosas y talentosas de la (mal o bien)llamada época de oro del cine nacional se eternizaron en la memoria persistente a 24 cuadros por segundo.

No dejo de mencionar que la genialidad (en serio creo que lo es) de Tin Tan hizo de muchas de sus películas, una verdadera celebración a la risa inmediata, irreverente a ratos, pícara e irrenunciable. Hago notar que el cine, en su papel de industria, trató en diversos momentos de reciclar, a veces con las mismas líneas argumentales, historias que Tin Tan ya había vuelto irrepetibles, obteniendo resultados verdaderamente lamentables. En efecto, los guiones escritos para las películas de Tin Tan son muy buenos, pero encarnados en él, simplemente se convirtieron en el referente del humor y el desparpajo de toda una época que nos fue heredada.

Estoy seguro, amable e improbable lector de este intento de palabras, que nada de lo que aquí se ha escrito es desconocido para usted, que de Tin Tan se ha dicho mucho y de mejor manera, sin embargo, las celebraciones centenarias siempre son cautivadoras y si el celebrado es un rey que tiene su trono en un salón de billar de arrabal, entonces destapamos las cerbatanas bien helodias, nos aprestamos a trompear la batea y a gritar sin reparo alguno, ¡Viva el Rey (del barrio)!

Ciudad de México.
Octubre 2015.

  


   


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