Van y vienen los árboles
de tu silencio al mío.
Aurelio Asiain.
Si el poema es árbol ella comienza a ser entonces una mujer arbolada.
Alberto Ruy Sánchez.
Dice el poeta Aurelio Asiain que
por mucho que se empeñen, los árboles no pueden quedarse en su lugar. ¿Quién
puede negarlo? Y es que en verdad siempre andan persiguiendo en forma de
recuerdos de rasguños y raspones cuando, en una infancia tan distante, uno
invadía la tranquilidad de la fronda.
Subir paso a paso las ramas de un
árbol era iniciar una breve expedición al cielo que prometía siempre un final
inesperado, indescifrable. En la sombra de un árbol, por alguna razón, siempre
se detiene el tiempo, se vuelve lento y dulce y dan ganas de quedarse ahí,
siempre, en la eternidad imperturbable de un segundo.
Es imposible separar la idea del
tiempo al estar frente a un árbol. Un árbol es la más evidente y amistosa
representación del tiempo transcurrido. El pasado que se va hundiéndose en la
tierra, el futuro extendiéndose al cielo, expectante del próximo aleteo de ave,
de la lluvia, del amanecer promisorio. El ahora a ras de suelo, en delicado y
asimétrico equilibrio. Natural palíndromo.
Si el tiempo no se detiene, los
árboles tampoco se detienen. Quizá por eso Tatiana Zugazagoitia sigue las
huellas de los árboles, de un árbol, siguiendo la traza que los poemas de
Aurelio Asiain sugieren. Versos desvestidos de tiempo.
El movimiento de la enramada, del
viento, de la nube, de la ola o el arroyo surgen de repente del cuerpo de la
mujer que al mismo tiempo es reflejo y metáfora. El silencio y la palabra se
deshojan y retoñan entre luces vertiginosas, primero, y apacibles, reposadas,
después. En un movimiento, en una pausa vamos del jardín que es certeza o es
ausencia a la irrefrenable caída libre.
Una hoja seca que cae puede
partir el universo, romper el silencio, inundar los ojos. Si la hoja seca tiene
ese poder incontenible, el cuerpo que agita la atmósfera y blande la luz y la
sombra, que rima y germina versos, sólo puede dimensionarse con las palabras que despiertan en la poesía. El
cuerpo en movimiento de la mujer que es reflejo y no es, porque no deja de ser
verdad, después del viaje, regresa y toma su lugar frente al árbol, a un árbol que no es más, ni menos.
Ciudad de México, octubre 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario